Agradecimiento a Rebeca y Mauricio Wild

Es mucho lo que siento que les debo a Rebeca (1939 – 2015); y a Mauricio Wild, que murió hace unos pocos días. Son muchas las cosas que descubrí, por vez primera, en alguno de los libros de Rebeca; y que aprendí en los cursos y charlas a los que asistí; y que ellos, Mauricio y Rebeca, impartían cuando venían a España.

Desde el concepto de atención no-dividida, que luego me llevó a profundizar en los trabajos de Emmi Pikler (1902 – 1984); pasando por la teoría del cerebro triuno que me encaminó hacia MacLean (1913 – 2007) y, al fin, a la neurociencia (véase éste)de Siegel (1957); siguiendo por la idea de autopoiesis, organismo y evolución, vida, amor o “dentro-fuera” que me abrió todo el maravilloso mundo de Maturana (1928) y Varela (1946 – 2001); y sin olvidar la relectura que me invitaron a hacer de autores tan diversos como Rogers (1902 – 1987) –véase ésta o esta otra-, Piaget (1896 – 1980) –véase ésta o esta otra-, Montessori (1870 – 1952) –véase ésta o esta otra o incluso ésta– y Vigotsky (1896 – 1934) –véase ésta o esta otra-. Estar en contacto con ellos y con su trabajo me llevó a replantearme la idea que tenía de métodos, aprendizaje, escuela, juego, socialización, acompañamiento, respeto, libertad, amorlímites…Y, tal vez eso no sea lo más importante, sino que, para mí, lo esencial fuera su capacidad crítica, reflexiva y radical de vivir, y poner en juego en el cotidiano, todos estos conceptos.

Ahora bien, si me quedara sólo con eso me quedaría corto al expresar la deuda que siento hacia ellos. Así que, a modo de reconocimiento, y como una manera de agradecerles todo lo que me ayudaron, quiero rescatar 4 momentos que viví con ellos presencialmente que a mí me impactaron sobremanera, por la huella que dejaron en mí, y que, a día de hoy, siguen todavía dando frutos:

Recuerdo la vez en que Rebeca, hablando del concepto de la no-directividad, nos comentó que la versión alemana de los libros de C. Rogers estaban llenos del verbo “deber”; en el sentido de obligación. Y, ahí, sutilmente, nos llevó de la mano para que pudiéramos darnos cuenta que, a menudo, la manera que tenemos de hacer las cosas contradice la propia finalidad a la que nos gustaría llegar.

Recuerdo la vez en que Mauricio nos contó que ellos, a raíz de observar su quehacer cotidiano, habían ido un poco más allá del concepto de amor de Maturana. Maturana habla que el amor es el reconocimiento de otro como un otro legítimo; y recuerdo, con asombro, cuando Mauricio nos dijo que para ellos el amor era  la aceptación del absurdo del otro; y que eso, sobretodo, lo habían aprendido acompañando a niños y niñas. Es decir, amar a alguien significa aceptarle a pesar de que aquello que haga nos resulte incomprensible en relación a lo que nosotros, en ese momento, sentimos internamente.

Recuerdo otro momento en el que Rebeca, hablando del respeto a los procesos de los niños y niñas, nos hizo ver que el trabajo con ellos y ellas es una segunda oportunidad (véase éste o este otro) que nos brinda la vida para sanar nuestros propios bloqueos; y que si, realmente, queremos acompañarlos a ellos de manera respetuosa, primero, es imprescindible acompañar aquello que se nos abre a nosotros mismos. Y, que en ese encuentro con el niño o la niña, en esa línea fina que define la zona de contacto entre ambos procesos, es dónde se da el verdadero respeto, la manipulación o la interferencia.

Recuerdo la vez en que Mauricio nos hizo ver la importancia de crear, entre los adultos y para los adultos, espacios de convivencia en los que no se tomaran decisiones; espacios de encuentro libres de la presión de tener que llegar a acuerdos. Y recuerdo el énfasis que le puso al destacar cuan importantes eran esos espacios para conversar, para el encuentro, para ver al otro y para ser visto.

No puedo dejar de pensar en lo mucho que nos inspiraron colectivamente, a las familias y al equipo educativo, en los primeros años del proyecto en el que participé como educador y familia (del 2008 al 2018), el Submarí Lila; y al que, actualmente, sigo vinculado sólo a nivel familiar. Por todo ello, y siempre, gracias.

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