Hebras, madejas y enredos

Según lo que voy viendo, los problemas que emergen en las relaciones íntimas acostumbran a ser problemas personales que se expresan en la relación. Es decir, los conflictos internos de cada uno de los miembros de la relación, cuando éstos se encuentran en una relación íntima, se enganchan con los conflictos internos del otro.

Si los conflictos internos de cada cual pudieran asemejarse a una madeja, cuando estamos en una relación íntima, los hilos de cada uno, en el contacto cotidiano, se van devanando. En ese “ir dando vuelta”, cada cual a sus hilos, sucede que, en la inconsciencia de mis propios hilos, los hilos de uno se encuentran con los del otro. En ese encuentro ciego, sin darnos cuenta, sin ver mis hilos ni los del otro, y en ese “ir dando vuelas” a mis hilos (a mis conflictos internos), resulta que mis hilos se van enredando con los del otro. Y, ahí, en lugar de “ir dando vueltas” siguiendo un proceso que pudiera desenredar la madeja de cada cual y ordenar el desorden interno de cada uno, sucede que, se acaba formando una suerte de ovillo conjunto enmarañado sin trabazón, ni orden, ni elegancia; un ovillo donde los hilos de uno se han acabado liado con los del otro formando una cosa embrollada, confusa y conflictiva.

En tales circunstancias, cuando se tira de un hilo no se sabe a quién pertenece, no se sabe cuál es su origen; y, los más problemático, el tirar del hilo de uno, en la inconsciencia de no saber de quién es, provoca tensiones en los hilos del otro. Y, ahí, en esos tira y afloja, en ese mío tuyo sin ton ni son, sin orden ni medida, ambos miembros de la relación van dando palos de ciego, provocándose un daño mutuo por desconocimiento.

Desenredar esa madeja sin cuenda es un arte no exento de dolor. Ya se sabe que a quien le desenredan el pelo algún tirón le provocan. Y, es en ese proceso, en el ir desenredando los hilos de uno de los del otro, en donde, en el mejor de los cosas, uno se puede percatar que aquellos hilos que menos le gustan del otro, en realidad, son suyos. Incluso, uno puede darse cuenta que el dolor que, en la maraña, creía que le provocaban los tirones del otro, realmente, se los estaba provocando él mismo tirando, sin saberlo, de sus propios hilos; creyendo, en ese momento y en medio del lío, sin ninguna duda, que eran los hilos del otro.

Así que, queda claro, que en ese teje maneje, las reacciones no son una causa efecto clara y nítida. Todo lo contrario. En una relación íntima, la reacción de uno genera la del otro en una suerte de infinita circularidad, inconsciente y, a menudo, dolorosa.

Sin necesidad de ser muy sesudo, y a la luz de lo visto, se va viendo que la solución pasa por ocuparse cada cual de sus hilos. Solamente uno mismo puede ocuparse de sanar sus propios conflictos. Y, claro está, ese ocuparse cada cual de sus hilos se puede hacer estando en una relación íntima. Y, ahí, uno puede ir viendo qué es de uno y qué es del otro; qué corresponde a la relación y qué no.

Hacer eso (es decir, ocuparse de sí) es imprescindible porque nos salva de dos peligros.

  • Primero, de la creencia inconsciente con la que, a veces, estamos (entramos) en una relación íntima. A saber: el otro es el que me va a desenredar mi lío.
  • Segundo, de la creencia también inconsciente, de que, ya que (con el pasar del tiempo) me doy cuenta que el otro no me ha desenredado (sino que todavía parece que me ha enredado más), a ver si tener un hijo puede ayudar(me) a que este lío monumental acabe por no ahogarme.

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Una resposta a Hebras, madejas y enredos

  1. maria Magarolas ha dit:

    Molt gràfic! Difícil de desenredar. Ajuda externa?

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